Edgardo Ribeiro

Edgardo Ribeiro Mendiondo nació en Catalán el 13 de octubre de 1921. A los trece años de edad ya buscaba expresiones plásticas en el campo artiguense.
Un día estaba modelando en barro mientras pescaba con su hermano Alceu a orillas del arroyo que surcaba la estancia paterna, cuando llegó hasta allí el Intendente Municipal de Artigas.
Quedó sorprendido de sus aptitudes naturales y le prometió una beca para perfeccionar su vocación en Montevideo.
Pasó un tiempo y luego de una exposición de jóvenes plásticos artiguenses, donde las obras de los hermanos Ribeiro concitaron la mayor atención, se concretó el ofrecimiento al ser becados con $ 24,00 mensuales cada uno, para estudiar pintura en la Escuela de Bellas Artes.
Cuando llegó, la matrícula estaba cerrada. Se dirigió entonces al taller del maestro Joaquín Torres García, que lo aceptó como alumno y le dio clases gratuitas.
Igualmente a su hermano Alceu. Un año después ambos presentaban obras en el Salón Nacional.
Edgardo Ribeiro pronto asimiló las enseñanzas de Torres García, pero las interpretó con independencia.

Entre los numerosos premios obtenidos mencionaremos seguidamente algunos de ellos: en 1940, mención especial en el Salón de Bellas Artes; en 1942, el tercer premio de pintura en el Salón Nacional; en 1943 "Amigos del Arte" le otorga el Gran Premio de Pintura, en un certamen al que concurren artistas nacionales de relevancia; en 1951 obtiene Gran Premio de Pintura en el IV Salón de Artes Plásticas del Interior; en 1952, premio al Retrato en el Salón Nacional; ese mismo año realiza una exposición individual en "Amigos del Arte"; en 1954, le es adjudicado, en el XVIII Salón Nacional, el 1º Premio, Medalla de Oro, por su lápiz "Retrato de L.R.A." y en 1955, obtiene el Gran Premio de Pintura en el XIX Salón Nacional de Artes Plásticas por su óleo "Retrato de Alicia", su hija, a la que pintó posando con una gallinita, que era entonces su compañera inseparable.

En 1946 realiza un mural para la estación Ancap de Punta del Este, diez años después da forma plástica a un mural estival en el despacho de la Liga de Fomento del balneario esteño; en 1949, a un fresco en el Liceo Departamental de Lavalleja (Minas); en 1957 a un mural en mosaico en el Panteón de la Sociedad Española de Montevideo y en 1967 en Buenos Aires, a "Paisaje Constructivo", mural en cerámica de 27 metros de largo por 2.60 m. de alto. Integra el conjunto de exponentes de la Asociación de Arte Constructivo hasta el año 1947.
En el interior expone individualmente en diecinueve muestras y en Montevideo, en Amigos del Arte, en 1943, 1944, 1946, 1954 y 1955; en Galería Montevideo, en 1957, 1961 y 1963 y en la Galería Moretti, en 1941 y desde 1966 a 1970 inclusive.
En 1966 expone las telas que realizara durante su estada en Europa, en los Salones de la Comisión Nacional de Bellas Artes.

En exposiciones colectivas interviene en la Casa de las Américas, París, 1948, invitado por el gobierno francés; en 1956, en Holanda, ("Grupo de Jóvenes Pintores Uruguayos"); en 1957 en la 1º Bienal de Grabado en Tokio; en 1958, en México, en la 1º Bienal Internacional de México; en 1962, en Buenos Aires, en Galería Velázquez ("Actuales Pintores Uruguayos"); en 1967 en Washington ("100 años de Pintura Uruguaya") y en 1970, también en Washington, en May Fair Gallery.

Tomado de ("Plásticos uruguayos", tomo II, Mont. 1975).

Enriquece sus conocimientos técnico-artísticos en Europa (1953- 1954), en Perú y Bolivia (1958) y en 1964 obtiene una de las becas de la Vl Bienal, que le permite la estada en el Viejo Mundo durante el periodo 1964-1965.

En su indeclinable vocación docente es profesor de dibujo en la Enseñanza Secundaria, en 1945. Funda el Taller de Artes Plásticas en Minas en 1946, donde trabaja por el lapso de seis años.
En 1954 se crea otro taller en Rocha, que dirige durante dos anos hasta que forma una profesora que lo sustituya; es profesor de dibujo y pintura de la Escuela Nacional de Bellas Artes (1955-1959) y dirige el Taller de Artes Plásticas en San José (1956-1966).
Además imparte enseñanza en su propio taller de Montevideo. En el interior su tarea fue totalmente desinteresada, sin percibir remuneración, "para cumplir con esa sagrada obligación que se ha impuesto, con ese compromiso moral de ayudar a los jóvenes plásticos", como lo ha señalado María Luisa Torrens.

Un destacado grupo de plásticos se ha formado en dichos talleres, entre ellos, Casimiro Notta y Wilson Amaral, en su estada en Minas; Martha Nieves Barbé y Eduardo Saldain, en Rocha; Hugo Nantes, en San José; Osvaldo Leites, Carlos Tonelli y Nelson Leites, en su taller de Montevideo.
Jubilado como docente Ribeiro parte nuevamente para Europa en 1973, en itinerario anhelado desde niño.
Cuando tenía ocho o nueve anos una tía le había enviado una postal desde la isla  de Mallorca y desde ese momento quedó encariñado de su paisaje y pensó que algún día viviría en ese ambiente cuya luz y colorido precisaran con sus pinceles Santiago Rusinol y Pedro Blanes Viale.

En Mallorca regresa a la docencia en un taller que dirige con su hermano Alceu y tiene un refugio en La Cabañeta, situado en la montaña, donde se aísla y pinta.
El escritor minuano Santiago Dossetti, que visita Palma de Mallorca en 1979, dijo del artista artiguense:
"No sorprende a los nativos verlo tendido en estribaciones de la montaña, bajo las nubes, grabador y "cassette" a mano, dejándose ir en el oleaje sonoro o en los silencios de la sexta de Beethoven o en la joven y luminosa alegría de La Primavera, de Vivaldi.
Así, viaja, sobre nada y se sumerge, en las vibraciones de la luz. Desafía las alturas acrobáticas o se apacigua en los valles mansos. Va del vértigo al éxtasis".

Once años estuvo Edgardo Ribeiro en Palma de Mallorca, trabajando como promedio ocho horas diarias y tratando de encaminar con humildad a sus alumnos.
En 1975 expone en Galería Rovira, en Barcelona, luego en Galería Xaloc, de Palma de Mallorca y en Sóller. De su taller español han salido pintores, tales como Dolores Corbella, José Suárez y Antonia Bestard, que han expuesto sus obras con éxito de venta.
En Mallorca los tonos apagados de su paleta, motivados por la sorprendente claridad de aquella isla, adquieren una más feliz belleza cromática.
De regreso momentáneo a Montevideo expone en 1977 y 1980 en Galería Moretti  temas de calles de Toledo, paisajes de Castilla, Roma, París, Amsterdam, Toscana, Florencia...

Refiriéndose a esa su temática preferida ha dicho Edgardo Ribeiro al crítico de arte Eduardo Vernazza:
"El paisaje, con su luz distinta en cada región plantea problemas que atraen siempre. No se puede pintar un paisaje en Francia, Holanda o en Mallorca con el mismo criterio. Lo obliga a compenetrarse del espíritu, la luz y las características del lugar. Es imposible tener una fórmula para pintar paisaje. Es preciso descubrirlo, penetrar en él... pintando".
Ribeiro - el artista peregrino - está radicado nuevamente en Montevideo, desde 1985. Ha visitado Minas, brindado una conferencia sobre plástica en sus pagos artiguenses, publicado un libro: "El negro Jacinto y la isla", exhibido nuevamente sus pinturas en la Galería Moretti.
Sin humildad, pero también sin altanería, ha dicho que ha conseguido lo que buscaba, tras la incógnita estética universal.
Algunas de sus obras están representadas en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, España; Nacional de México; de Arte Moderno de la ciudad de Moscú, Rusia ; Nacional de Bellas Artes y Municipal "Juan Manuel Blanes", de Montevideo.

(tomado de “Artigas. De los aborígenes cazadores al tiempo presente” del historiador Aníbal Barrios Pintos editado por el Ministerio de Educación y Cultura en 1989)

Edgardo Ribeiro enseñaba en su taller particular de Montevideo y además fundó y
dirigió talleres en Minas y Rocha y dirigió el de San José.
En 1967 fundó y alentó un Taller de Artes Plásticas en Artigas con el apoyo del Ministro de Cultura Hierro Gambadella, taller que después de algunos años dejó de funcionar por motivos ajenos a la buena voluntad de su fundador.
El crítico de arte José Pedro Argul escribió sobre su pintura y sobre su docencia lo siguiente:
"El pintor Edgardo Ribeiro, sin abjurar un momento de su total formación al lado del maestro Torres García busca sin variaciones premeditadas hacia otras estéticas.
A una visión muy objetiva de las cosas. Está este artista en la real potencia de la recreación objetiva."
“Su actividad docente ha sido intensa y generosa, una de las más patrióticas actividades de los uruguayos de hoy, realizada con tanta modestia como eficacia.”
José Pedro Argul (Montevideo 1958)


Edgardo Ribeiro falleció en 2007, su amigo Roberto Bennet (1) escribió lo que sigue que fuera publicado en el diario La República de Montevideo.

EDGARDO RIBEIRO, IN MEMORIAM

Nos conocimos en Palma de Mallorca hace ya 30 años, comiendo caracoles con aliolí en el mesón San Pedro de Génova. Recuerdo que me lo presentó Atahualpa Yupanqui y lo hizo diciendo: “Aquí un amigo mío, compatriota suyo, que bien vale la pena conocer...” Sabias y certeras palabras aquellas de don Ata.
Congeniamos de inmediato y allí, en aquel típico comedor mallorquín, comenzó una amistad sincera e intensa entre ambos matrimonios que duró hasta nuestros días.
El paso de los años fue cimentando nuestra relación, tanto con Edgardo como con su gentil esposa, compañera y amiga, Paquita Colom.
Mi esposa Anamaría se hizo alumna de Edgardo e incluso yo jugué con los lápices y pinceles durante un tiempo en su taller palmesano. Pero lo nuestro iba más por la literatura, basado en una admiración compartida por la obra de García Márquez y un respeto por la naturaleza impoluta de nuestros campos y su gente.
En aquellos tiempos de residencia europea, esa era una visión y un recuerdo constante, lejano pero siempre añorado por ambos.

Así, en largas y amenas charlas, Edgardo me fue deshojando su vida y sus vivencias, permitiéndome convivir con sus recuerdos del pasado y sus anécdotas, sus alegrías y sus tristezas. Los años juveniles en los campos de Artigas, la personalidad original del Negro Jacinto (inspirador de su novela publicada en enero de l986, que repasamos y corregimos juntos infinitas veces en los veranos de La Cabañeta, su primer viaje de iniciación artística a Montevideo (acompañado de su hermano Alceu), los años de pobreza, privaciones y enfermedad, la inagotable fuente de sabiduría e inspiración que fue para él su maestro Torres García, los premios obtenidos, su amor por la bicicleta y la ecología, sus años
de docente en el liceo de Minas y en la Escuela Nacional de Bellas Artes, y por supuesto la influencia que tuvieron en su arte los primeros viajes por Europa y América.

Este gigante de las artes plásticas nacionales, humanista, demócrata cabal y pacifista convencido, rechazaba toda forma de violencia y sufría hondamente con las injusticias y tragedias del mundo, llegando a causa de ellas, a hundirse en profundas depresiones. Consecuente con sus ideales durante los años que duró en nuestro país el gobierno de facto, firmaba sus óleos con el agregado de una cruz, como forma de protesta y compromiso individual, la cual sólo eliminó de sus obras cuando retornó la democracia.

A mediados de los años 80 vuelve a radicarse en Uruguay, con la aparente intención de quedarse definitivamente, pero la intensidad de la luz y la claridad de los cielos mallorquines, que tantas veces había captado y plasmado con insuperable maestría en sus lienzos, ejerció de imán y allí comenzó su vaivén. Un reparto de residencias veraniegas que duró casi hasta el final.
De estos años 80 y 90 guando sus cartas, como un tesoro de valor incalculable, siempre tan llenas de amistad y descripciones plenas de color y vida, hablándome de la fauna y la flora nativa de nuestro país, que el veía brotar diariamente en el jardín de su casa en Las Delicias, a través de la ventana de su estudio.
Quizá como un intento fraterno por animarme y convencerme para que emprendiese el tan postergado retorno. Y cito, a modo de ejemplo:

“...Ahora vivo en una soleada casita, rodeada de chingolos, cardenales, calandrias, tijeretas..
Lo único que no ha cambiado son los gritos de los teros, las carrera de los ñandúes, las calandrias que cantan como siempre, posadas en la punta de una rama seca, a las ratoneras con su trinito tembloroso.... El campo, ¡nuestro campo! permanece hermoso. Sus cuchillas se alargan en el horizonte y se cubren, a la salida del sol, de aquellos misterios, compañeros un silencio especial y único, repleto de grises y azules, que supongo tú muy bien conoces. Esto y los reflejos en los arroyos de platinadas aguas, es lo que no ha cambiado, es lo que ermanece tal como era hace 40 o 50 años, cargado de una melancolía lejana y solitaria que forma parte del paisaje. Y claro, esto es realmente reconfortante....”

Hoy ya no oiré más su voz de paisano bueno y sabio, tomándome el pelo o rezongando por alguna falta mía. Y eso me duele, casi tanto como saber que Edgardo ya no escuchará más el canto de las calandrias ni el murmurar de las tórtolas en el fondo de su jardín del chalet Gondomar. O quizás quién sabe, este maestro de maestros sí las esté oyendo para siempre...
Descanse en paz, viejo y querido amigo.

Roberto Bennet
Escritor uruguayo, publicó Chau Ginebra (2006) y Destino Mallorca (2008)

GALERÍA
Autorretrato


Costa catalana 1992


 Lago di Como 1955

                                                            Paisaje de Holanda 1986

Puerto 1950

Góndolas en el canal 1989

© José Salvador Da Costa - Compilador