LA LIGEREZA EN LA OBRA DE DON ELADIO
por Juan Martín Piaggio
La luz en la cual nacen las arquitecturas de Eladio Dieste tiene una intensidad comparable a la luz que baña las orillas meridionales del Mediterráneo: la latitud de Montevideo es 38° de latitud sur. La técnica de la cerámica armada que él ha perfeccionado lo ha llevado, durante cincuenta años de experimentos (y más de un millón de metros cuadrados cubiertos) a llevar la luz del día hasta el corazón de sus
edificios de varios modos originales, “inventando” la luz teñida por el ladrillo.
Dieste ha podido obtener este resultado, del punto de vista tecnológico, porque ha siempre trabajado con finas cáscaras de ladrillo, que resisten por forma y no por masa. Si hubiese debido absorber mediante la masa el empuje de las bóvedas, no hubiera podido alejarse, para iluminar los interiores, de las soluciones que ya los romanos habían perfeccionado, las más célebres de las cuales son el ojo del Panteón, en Roma (construido empero con cemento alivianado con piedra pómez), o la cúpula de Santa Sofía, en Constantinopla que, construida con “botellas” cerámicas, lleva al límite de ligereza la tecnología de la cerámica no armada; o bien, para citar una solución repetida infinitas veces, las ventanas termales, constituidas de un gran arco sostenido en sus riñones con dos pilares, retomadas durante el renacimiento como estilema de la clasicidad (Palladio en la villa Malcontenta), y que yo encuentro muy poco agraciadas.
Dieste, confiando en un fino instinto estructural, y sin utilizar las computadoras que hoy seguramente se ocuparían de elaborar los cálculos, ha realizado bóvedas livianísimas de cerámica armada de 50 m de luz y 12 cm de espesor (8 de los cuales vacíos) - creo que hasta un profano nota la total anomalía de estos datos. Ondulando la sección, Dieste ha creado con absoluta naturalidad una cubierta a “shed”, en la cual el extradós de una bóveda refleja la luz hacia el intradós de la sucesiva, obteniendo resultados que jamás he visto aún en los hermosos prefabricados de hormigón precomprimido con que se construyen los galpones en Europa.
Se llega así al corazón del problema: la ligereza.
La búsqueda de la ligereza es una de las características basilares de toda la ideología de la modernidad, tanto que se vuelve en un fundamento ético de la disciplina: basta pensar el toda la obra de Paul Klee, donde un rápido trazo contiene ya toda la densidad del universo: para él (cito un alumno suyo del Bauhaus) la obra debe siempre ser un poco mágica, debe encantar; o se piense en Brancusi, el cual an siendo escultor, y por ende ocupándose de materia inerte y pesada, dice: “lo difícil no es hacer las cosas, sino ponerse en condición de hacer las cosas”; o en Matisse, que decía que no pintaba las cosas, sino el espacio entre las cosas; o aún en Vladimir Tatlin y su “Letatlin”, fantástica máquina voladora con propulsión humana, o en su diáfano monumento a la Tercera Internacional, en cuyo corazón las aulas de los representantes del pueblo ruedan suspendidas en el vacío. El dato que acomuna a todos estos maestros de la ligereza es, yo creo, una atención hacia el proceso, hacia el concepto, hacia el pensamiento, como vehículo para el obrar.
En el caso de los ingenieros, es más, el fundamento ético se apoya sobre bases numéricas muy concretas: Dieste ha construido la mayor parte de sus edificios ganando las licitaciones con su empresa, y sus soluciones eran por consiguiente las más económicas.
Pero la metafísica de la ligereza está siempre presente en Dieste. Cito de algunos textos suyos: “para que algo llegue verdaderamente a tocar el corazón de la gente simple, debe poseer una ligereza, una facilidad misteriosa, una suma simplicidad, algo así como una danza sin esfuerzo y sin cansancio”. Como decía San Agustín: “lo hermoso es el esplendor de lo verdadero” - este también es un leit-motiv de la modernidad.
La ligereza, empero, siempre se obtiene a costo de un gran esfuerzo intelectual, y esta es acaso la lección más actual, y más universal, de Dieste, que lo acomuna a los maestros citados antes.
Quisiera cerrar aquí estas reflexiones, citando al “superliviano” Italo Calvino, en la primera de sus “Lecciones Americanas”: “La ligereza, para mí, se asocia con la precisión y la determinación, y no con lo vago y el abandono al azar. Paul Valéry ha dicho: ‘Hay que ser liviano como el pájaro, y no como la pluma’”.
ELADIO DIESTE. LA ESTRUCTURA CERAMICA ARMADA
Autores: Arquitectos Vicente Sarrablo, Francisco L. Almansa, Pere Roca
“ La física en general a lo que se refiere es a la MEDIDA de las cosas y la medida de estas no las agota, por eso es necesario el salto del arte, que permite entrar en la ESENCIA de las cosas” (Eladio Dieste)
¿Por qué la obra de este ingeniero uruguayo nacido en 1917 nos cautiva a los arquitectos de final de siglo?
En una primera ojeada responde la sorpresa admirada que provoca la disposición tan singular de un material tan convencional como el ladrillo cerámico: ese efecto de gran livianidad conseguido con las mismas células de las que están hechas las edificaciones pesadas.
Una segunda mirada más reposada conecta con las actuales tendencias favorables al retorno de techos no planos por parte de la vanguardia arquitectónica (Koolhaas, Holl, Ito, Miralles, Zaera,...) que desde Utzon no se ensayaba. Si hoy se habla de la transición del espacio planimétrico al espacio topológico, resulta pertinente analizar las bóvedas gausas de Dieste desde aquel mecanismo llamado pop-up por el que una lámina continua adquiere complejidad dimensional mediante el corte y la separación de sus bordes, como un bolsillo. ¿No cabría hablar aquí también de planta fluctuante?. Subamos a la cubierta del mercado de Porto Alegre y no estaremos tan lejos de la terminal de Yokohama, diseñada por Foreign Office.
Pero lo más profundo de esta atención que nos despierta Dieste sin gritos es su capacidad para golpear nuestra soberbia. ¿Seremos capaces de admitir que un ingeniero de 80 años todavía puede darnos unas cuantas LECCIONES?.
Alguien ya ha comentado lo oportuna que resulta la LECCIÓN DE HUMILDAD que imparte Dieste en estos tiempos de fatuidad y efectos especiales. Su obra consigue resultados espectaculares desde una austeridad franciscana. Y nombrar aquí al Santo de Asís viene perfecto para asociar su discurso: si todo lo creado es bello por igual, si es nuestra impureza la que pervierte nuestros sentidos, induciéndonos a preferir unas cosas sobre otras, entonces debemos escoger las materias de presencia más humilde para liberarnos de la corrupción de nuestros sentidos. Entonces la ELECCIÓN es LECCIÓN, y Dieste elige el humilde ladrillo cerámico, casi ignorado por la técnica moderna:
“ No suele saberse que el ladrillo puede tener resistencias superiores a los mejores hormigones y que no pueden hacerse con hormigón o mortero piezas de liviandad equivalente a las que pueden conseguirse fácilmente con la tierra cocida, por lo que estas últimas permiten construir estructuras de una ligereza imposible de lograr con el hormigón armado.”
Pero, a las ventajas del material debe aliar una técnica, o mejor (por utilizar el término griego, de mayores connotaciones), una techné: el método por el que a una obra bien hecha ni le sobra ni le falta nada. Este proceso de AJUSTE es el que le lleva a ganar todos los concursos a los que se presenta su ingeniería, mientras las tasaciones oficiales de sus obras fijan aproximadamente el doble de lo que realmente les cuesta a sus clientes. Una LECCIÓN DE ECONOMÍA. Y bien radical.*
* Tuve la gran suerte de poder hablar con él y, desde el recuerdo de las naves industriales realizadas por Muncunill o por Jujol, le pregunté porqué no utilizaba nunca pilares metálicos. Respuesta: “Los pilares metálicos son más caros”. Delante de otro ingeniero habría insistido pero, conociendo sus logros, aquello era irrebatible. Aunque añadió: “Sólo en el caso de la estación de servicio Barbieri, la doble ménsula desde un único pilar producía en éste tales esfuerzos torsores que hizo recomendable el acero”.
Esta obsesión por la economía la podemos encontrar en más ingenieros, pero si en Dieste resulta singular es porque su ahorro invierte en EMOCIÓN. No se produce regateo de confortabilidad anímica porque no encuentra diferencia esencial entre lo económico, lo ético y lo estético. La economía que persigue no es sólo la financiera sino aquella que “está de acuerdo con el orden profundo del mundo”. Y, en este orden económico, el trabajo que dignifica al hombre es sagrado. Resulta significativo: con el mismo proceso que construye galpones llega a levantar iglesias; hasta el punto en que podemos retroceder y reconocer en sus naves industriales una cierta atmósfera de templo. Templos del trabajo, como si cargara contra los excesos de la Revolución Industrial:
“ Es admirable el valor humano de la industria y es execrable un barrio de obreros en Manchester; execrable no por pobre, sino porque es visible que allí no se tuvo en cuenta al hombre.”
Hablar hoy del hombre en arquitectura, ¿resulta cursi y anticuado o convenimos que es una LECCIÓN DE ÉTICA?. Ante el “desarrollo subdesarrollado”, ¿cabe una actitud ética?, ¿y moderna?
Al igual que otros maestros latinoamericanos, como Barragán o Salmona, Dieste entiende que el movimiento moderno surgió en países en los que el avance de la tecnología y la industria acompañaba los ritmos de producción arquitectónica, circunstancia que no se daba en el contexto uruguayo. Su lección es la de quien, evitando importar tecnologías no aptas para los recursos de su país, acata las limitaciones SIN INVOCAR LO FOLCLÓRICO: la tradición que le interesa es “siempre fuente de lo que es revolucionario”.
Provoca nuestro asombro sin sofisticados exhibicionismos tecnológicos, como en aquellos afinados puentes en arco de Fritz Leonhardt que consiguen récords de relación luz/flecha sin aparente esfuerzo. De la misma manera, la elegancia en la obra de Dieste procede de la familiaridad cromática y de la forma que han de adoptar unas láminas muy delgadas (de 6 a 12 cm.) para optimizar su capacidad resistente.
Se ha querido ver en las láminas de cerámica armada una evolución de las bóvedas tabicadas o “a la catalana”, sobre todo desde el contacto de Dieste con Antonio Bonet, para quien calculó sus primeras bóvedas en la casa Berlingieri de Punta Ballena (Uruguay, 1947). Y, desde luego, resultan suculentas las coincidencias formales en la utilización de geometrías laminares catenarias con material cerámico. Pero su base estructural es muy diferente y Dieste no conoció la obra de Gaudí hasta mucho más tarde de su colaboración con Bonet. En realidad, las láminas de cerámica estructural son descendientes de las láminas de hormigón armado que Dieste conocía bien, puesto que estuvo diseñándolas en la empresa constructora Cristiani y Nielsen desde 1945 a 1948. Lo que resulta curioso es que Eduardo Torroja defendiera las láminas de hormigón como la evolución natural de las bóvedas tabicadas mientras Dieste recuperaba la cerámica para superar las láminas de hormigón.
Respecto de las bóvedas tabicadas, basadas en la traba cohesiva con mortero de varias capas de ladrillo cerámico de pequeño espesor, las láminas de Dieste arrancan desde otro concepto: la geometría autoportante, la contribución del armado y el postesado, consiguen luces mucho mayores (hasta 50 metros) y superan el rescoldo artesanal.
Respecto de sus antecesoras, las láminas de hormigón, Dieste rompe desde el primer momento la inercia por la cual las primeras estructuras de cerámica armada copiaban a las de hormigón (como, en su momento, las de hormigón copiaban erróneamente a las de acero) y establece los cambios precisos que requiere y posibilita la cerámica para optimizar la sustitución. Cuando actualmente resulta más fácil dejarse arrastrar por recetas preestablecidas y soluciones de catálogo acomodaticias, esta actitud supone toda una LECCIÓN DE AUDACIA:
Si la cerámica armada fragua mucho más rápidamente que el hormigón por el efecto del “tirado” de los ladrillos (su rápida absorción de la humedad del mortero), Dieste lo aprovecha introduciendo los encofrados móviles para sucesivas operaciones de cimbrado y descimbrado.
“ ...se logra una velocidad de construcción equivalente a la prefabricación pesada, necesitándose un equipo mucho menor y con un consumo no mayor de mano de obra. (...) Hemos desencofrado bóvedas de 50 metros de luz a las 14 horas de haber sido terminadas y, diseñándolas bien, resisten, aún en el momento del desencofrado, flexiones equivalentes a las que produciría un viento transversal de 200 km/h.”Si, en el diseño de láminas, las geometrías escogidas hasta entonces provenían de las recetas conocidas desde la teoría laminar clásica, que catalogaban superficies de directriz circular, elíptica o cicloidal con tímpanos en sus extremos, Dieste, sin embargo, se sirve de un cálculo semiempírico para ensayar geometrías laminares sin tímpanos y de directriz catenaria.*
*Elegir entre las opciones que se sabían calcular era una actitud deshonesta y extraordinariamente pobre. Dieste rompió con este esquema y empezó a diseñar láminas de formas más osadas, buscando la configuración óptima. Para ello se apartó de la teoría laminar clásica que, de una forma forzada, buscaba soluciones matemáticas elegantes pero excesivamente simplificadoras, y utilizó procedimientos semiempíricos que partían de hipótesis más realistas y que, a pesar de su aspecto menos “científico”, proporcionaban resultados más acordes con la realidad. A diferencia de las teorías clásicas, no se precisaban grandes conocimientos matemáticos sino una importante comprensión del comportamiento estructural. Siguiendo esta dirección, Dieste abandonó el uso de tímpanos y dejó de proyectar sólo superficies regladas para empezar a utilizar láminas de doble curvatura. Insistió en el uso de directrices catenarias para lograr comportamientos tipo membrana, que permiten reducir el espesor de la lámina sin más límites que los constructivos y el riesgo de inestabilidad elástica (pandeo).
La nueva estructura cerámica armada debía proceder con mayor libertad, y la INTUICIÓN fue su guía:
” Como suele suceder, el proceso por el que se llegó a percibir las grandes ventajas de un material, que entre nosotros era usado sólo como relleno, no fue lúcidamente racional; se veía mucho más de lo que se tenía claro conscientemente. Poco a poco fuimos precisando lo intuido hasta llegar al pleno dominio de las técnicas que hoy usamos, proceso que supuso no sólo imaginarlas, sino pensar y construir los equipos que las volvieran económicamente viables y desarrollar los métodos de cálculo, que nacían de lo imaginado, pero que se apartaban, en general, de los caminos que seguían las teorías en uso, que eran las que nos habían enseñado.”;
De nuevo encontramos ese ascetismo que prefiere el camino más difícil, el que abandona la comodidad de aprovechar las formas ya descubiertas, para aventurarse, desde el ingenio y la curiosidad, por sendas de mayor libertad y mejores respuestas a su entorno socio-económico.
Por ese camino y de la misma manera, se entiende su crítica al predominio tecnológico y teórico de las geometrías planas, más fáciles de expresar gráficamente y de analizar estructuralmente, pero que resultan de una reducción empobrecedora cuando parten desde la pereza intelectual (“Las formas más ricas son rebeldes al análisis simple“), o cuando parten desde una escasa formación o una limitada aptitud para imaginar (“Para algunos ingenieros concebir algo es equivalente a saber calcularlo”). Entonces, se reduce la arquitectura a esquemas planos para ajustarse a las posibilidades de un cálculo estructural simplista.
Elegir la libertad a la comodidad requiere, además, otro compromiso:
“ Estas formas ricas y complejas no pueden hacerse rutinariamente; exigen amor a la obra y gusto por el detalle, (...) esto no es posible sin una mayor entrega personal del que dirige. Por esto, algunos contratistas se resisten a estas soluciones diciendo que son caras; no lo son, pero les obliga a actuar más como deberían hacerlo, como constructores, y no sólo como empresarios”.
¿Encontramos difíciles estas lecciones?, ¿somos capaces de transferirlas a nuestro contexto?
Dieste, divertido, relata la anécdota de un ingeniero alemán impresionado por su obra. Este ingeniero explicaba a sus colegas las maravillas que se podían construir con cerámica armada mediante encofrados !!de caña de bambú!!. Dieste tuvo que aclararle que en Uruguay no crece el bambú, pero le sirvió en bandeja la demostración de que son los prejuicios vanidosos de los países ricos los que toman cualquier aportación de países no tan desarrollados como primaria, exótica y, por tanto, poco adaptable a situaciones más “sofisticadas”.
Sus soluciones también son válidas en el mundo desarrollado o con pretensiones de serlo. Y el mejor ejemplo de estas posibilidades fuera de Latinoamérica lo podemos ver en la provincia de Madrid (Alcalá de Henares, Torrejón de Ardoz, Mejorada del Campo), donde los arquitectos Carlos Clemente y Juan de Dios de la Hoz han colaborado con Dieste en varios proyectos construidos con estructura cerámica armada, demostrando, desde un decidido empuje y un gran entusiasmo, su viabilidad y competitividad económica en terrenos europeos.
Sumándonos a la ilusión compartida por clientes, arquitectos, constructores y fabricantes de ladrillos cerámicos, podemos continuar, para cada particular situación técnica y económica, las posibilidades que Dieste ha empezado a mostrar. Son enormes y abiertas, siempre que apostemos de una manera comprometida por la calidad. Siempre que, como decía Ruskin, nuestro trabajo no dé la sensación de valer dinero.
©José Salvador Da Costa - Compilador